¿Qué son las acciones? Introducción a la inversión en renta variable

Muchos inversores se acercan a la renta variable sin entender algunos conceptos importantes que, para nosotros, son esenciales. En este artículo, explicamos de manera práctica las ideas más básicas que todo inversor en bolsa debe conocer.

13/12/2023
¿Qué son las acciones? Introducción a la inversión en renta variable

Muchos inversores se acercan a la renta variable sin entender algunos conceptos importantes que, para nosotros, son esenciales. En este artículo, explicamos de manera práctica las ideas más básicas que todo inversor en bolsa debe conocer.  

¿Qué son las acciones?

Las acciones son las partes en las que se divide el capital social de una empresa –en concreto, de una sociedad anónima–. Son auténticos derechos de propiedad sobre la compañía, que convierten a sus titulares –los llamados accionistas– en dueños del negocio en función del número de acciones que posea. Por ejemplo, si el capital de una compañía está dividido en 10 millones de acciones y uno de sus accionistas posee 2 millones títulos, este será el dueño del 20% de la empresa.  

Como dueños que son, los accionistas adquieren una serie de derechos políticos y económicos, como son el de asistencia y voto a las Juntas de Accionistas, el de representación proporcional en el Consejo de la compañía o la recepción de los dividendos que esta reparta.

Las compañías utilizan las acciones como alternativa al endeudamiento para financiarse. Supongamos que la empresa del ejemplo anterior necesita 100 millones de euros para construir una nueva fábrica. Para no pedir un préstamo al banco, decide emitir 10 millones de acciones que ofrece a los inversores a 10 euros cada una. Tras esta emisión, su capital quedará dividido en 20 millones de títulos y el accionista que antes controlaba el 20% del capital gracia a sus 2 millones de acciones, ahora pasará a controlar solo el 10%.  

Otra posibilidad muy habitual es que el dueño de una empresa decida vender una parte a los inversores simplemente para hacer caja y disfrutar de su fortuna. En el ejemplo anterior, imaginemos que, antes de salir a bolsa, tenía un accionista único que controlaba los 10 millones de acciones en los que se dividía la sociedad y decide colocar en el mercado 5 millones de títulos a 10 euros por acción. Después de la colocación, su porcentaje de participación será del 50% y habría ingresado 50 millones de euros. En este caso, la operación no tendría como objetivo financiar a la empresa sino dar una salida a su propietario.   

¿Qué es el mercado de valores?

Es posible que los nuevos accionistas no quieran mantener sus acciones para siempre o quieran comprar más. Para ello, pueden acudir al mercado donde las acciones se compran y venden. Esos mercados se denominan bolsas.

En las bolsas coinciden dos tipos de personas: los compradores, que tienen dinero y quieren intercambiarlo por acciones, y los vendedores, que tienen acciones y quieren intercambiarlas por dinero. Cuando un comprador y un vendedor se ponen de acuerdo en el precio, se produce el intercambio de dinero por acciones que ambos pretendían.  

Hay una diferencia importante entre la emisión de las acciones por parte de una empresa y el intercambio que ocurre dentro de un mercado. Cuando son emitidas por primera vez, los accionistas reciben sus títulos directamente de las empresas, mientras que, en las bolsas, las reciben de otro accionista. Por este motivo, se llama mercado primario al que se establece entre empresas e inversores y mercado secundario al que se establece entre inversores.  

Se trata de dos mercados distintos, pues el primario sirve para que las empresas se financien y el secundario para que los inversores canalicen su ahorro. Por eso, es erróneo pensar que cuando las acciones de una compañía caen en el mercado secundario, los especuladores están atacando a la empresa. En realidad, los que de verdad pierden con esas caídas, son los accionistas de la sociedad, no la sociedad en sí. De la misma forma que, cuando el precio de las acciones sube, la compañía no gana dinero con ello, solo lo hacen sus accionistas.

Sin embargo, hay que entender que entre ambos mercados hay una relación indirecta.  Si la empresa del ejemplo anterior necesita emitir títulos para financiarse y estos, en vez de a 10€, cotizan a 5 euros o a 20 euros, estos son los precios a los que tendrá que realizar la emisión. El principal impacto en la compañía sería el número de títulos que tendría que emitir para captar los 100 millones de euros que necesita: 20 millones de acciones, en el primer caso, y 5 millones en el segundo.  

¿Por qué se mueven los precios de las acciones?

Como ya hemos dicho, las cotizaciones representan los precios a los que compradores y vendedores se ponen de acuerdo para realizar una transacción y, por tanto, son totalmente dependientes del equilibrio entre oferta y demanda.  

Cuando hay mucha demanda –es decir, cuando muchos inversores quieren comprar– los precios de las acciones suben, mientras que cuando hay mucha oferta –es decir, cuando muchos inversores quieren vender– los precios caen.  

Pero ¿Qué factores hacen que la oferta y la demanda de una acción cambie a lo largo del tiempo? 

En el corto plazo, hay miles de motivos que pueden alterar el equilibrio entre compradores y vendedores. Muchos de ellos son tan aleatorios e impredecibles que se pueden considerar mero ruido y que producen movimientos sin trascendencia a largo plazo. Por ejemplo, una noticia inesperada, un comentario por parte de un directivo, un rumor o algo tan tonto como un error por parte de un inversor al meter una orden en el mercado. Por este motivo, en BESTINVER recomendamos no prestar mucha atención a los cambios diarios de las cotizaciones.  

Sin embargo, a largo plazo, los precios de las acciones sólo cambian por dos motivos: por la evolución de los beneficios que produce una empresa o por lo caras o baratas que estén respecto al verdadero valor de la empresa.  

De hecho, como demuestran los estudios realizados por Jeremy Siegel, profesor de la Universidad de Wharton, y publicados en su libro Stocks for the Long Run, los beneficios corporativos son el principal motor de las rentabilidades de las bolsas. De ellos dependen los dividendos que las empresas reparten entre sus accionistas y las inversiones que realizan para seguir creciendo y generando beneficios. En periodos cortos, los beneficios pueden variar mucho por múltiples causas –como un enfriamiento económico, por ejemplo– pero, en el largo plazo, su consistencia es extraordinariamente alta. 

Como norma general, la demanda de una acción –es decir, el deseo de compra de los inversores– se incrementa si los beneficios de la empresa crecen o si los precios de sus acciones están muy baratos. Cuando esto ocurre, las cotizaciones suben y los accionistas ganan dinero. En cambio, la oferta –es decir, el deseo de venta– aumenta cuando la rentabilidad de la empresa disminuye o los precios de sus acciones están muy caros. En estos casos, las cotizaciones caen y los accionistas pierden dinero. Estos dos factores –beneficios y valoraciones– son las únicas piezas de información fiables para tomar decisiones de inversión racionales y alejadas del ruido.

¿Qué esperar de la inversión en bolsa?

Aunque las rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras, conviene tener una idea de lo que han hecho las bolsas a lo largo de su historia como referencia. Para ello, empleamos el mercado norteamericano por ser el mercado del que más datos históricos disponemos.  

De acuerdo con la información que el profesor Siegel recoge en Stocks for the Long Run, la rentabilidad media anual de la bolsa norteamericana desde 1802 a 2022 es del 6,7% después de descontar los efectos de la inflación. Esa es la rentabilidad media anual. Para llegar a ella, las rentabilidades anuales a lo largo de los 220 años de estudio han sido mucho más volátiles, con subidas puntuales cercanas al 70% y caídas próximas al 40%. Pero, a medida que se amplía el periodo de estudio, la rentabilidad se va volviendo menos extrema –por ejemplo, de acuerdo con Siegel, en subperiodos de diez años, esta oscila entre el +17% y el -4% anual–.  

También es importante tener una radiografía de las caídas que recurrentemente sufren. La historia bursátil señala que todos los años hay correcciones del 5% y cada dos o tres, estas pueden llegar al 10% o 20%. La frecuencia de estas caídas es tan alta que cualquier inversor debe contar con ellas y tratarlas con absoluta normalidad. Los descensos de mayor magnitud son fenómenos más anormales: los que están entre el 20% y 30% suelen ocurrir cada cinco o seis años, mientras que los superiores al 30% ocurren una vez por década. Sobre su duración, las caídas inferiores al 20% se desarrollan y recuperan en cuestión de unos pocos días o meses, mientras que las que son más profundas duran unos 10 o 12 meses y se recuperan en 18 o 24 meses de media. Los datos varían en función de los periodos y mercados seleccionados, pero, como aproximación, estas referencias son razonables.  

La pregunta que debemos hacernos es ¿son las caídas algo malo? Siempre que nos hacen esta pregunta recordamos una frase de Charlie Munger, que dijo que en las caídas pierden dinero los desinversores, no los inversores. Así que todo depende de cómo se afrontan.  

Muchos inversores piensan en ellas por sus efectos a corto plazo; es decir, las pérdidas. Las pérdidas son dolorosas, activan potentes mecanismos psicológicos de culpa y miedo y explican que los inversores que caen presa del pánico vendan cerca de los mínimos del mercado. Esta es la forma incorrecta de afrontar las correcciones. En cambio, si entendemos que son algo normal y recordamos que terminan recuperándose, podemos afrontarlas pensando a años vista. Aquí cobra relevancia el segundo factor que mueve las cotizaciones a largo plazo: la valoración.  

En los periodos de correcciones fuertes –esos que se salen de la frecuencia más habitual– los precios de las acciones caen por debajo del valor de las empresas y, en consecuencia, se ponen baratas. Esos son los mejores momentos para invertir, pues permiten aprovechar las valoraciones de derribo que solo aparecen en momentos de pánico. Los inversores que, gracias a su visión largoplacista, son capaces de superar el miedo y comprar durante las correcciones, obtendrán una rentabilidad sensiblemente superior al 6,7% histórico señalado por el profesor Siegel. Así que, para los inversores de largo plazo, las correcciones, además de algo normal, son fenómenos deseables que generan las mejores oportunidades de compra.  

El activo más rentable

Históricamente, la renta variable ha sido el activo más rentable en el que invertir a largo plazo. Pero, a corto, puede tener grandes oscilaciones capaces de sumir en la confusión y el pánico a los inversores menos formados.  

Con el artículo de hoy hemos querido explicar los conceptos más básicos para que pueda partir de una base sólida en su carrera como inversor. Pero, para conocer más detalles, no dude en seguir consultado nuestro blog y preguntar cualquier duda a su persona de contacto en BESTINVER 

 


 

BIBLIOGRAFÍA

Siegel, J. (2022) Stocks for the Long Run 6th Edition. McGrawHill.

Ilmanen, A. (2011) Expected Returns. Wiley.


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