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Claves para entender la salud financiera de una empresa

En un mercado financiero tan competitivo como el actual, saber lo que se quiere encontrar en una compañía es tan importante como saber lo que se quiere evitar. En esta nueva entrega de nuestra saga de análisis financiero para principiantes, vamos a explicar las principales señales de peligro que no queremos ver al analizar una compañía. Para ello, estudiaremos con detalle las principales partidas de la cuenta de resultados, el balance de situación y los estados de flujo de caja.

08/09/2025
Claves para entender la salud financiera de una empresa

Un inversor debe saber exactamente las características que busca en una compañía. Las más habituales son un sólido crecimiento en ventas, unos márgenes resistentes o una elevada generación de caja. Sin embargo, es igualmente importante conocer lo que no se quiere ver al analizar una compañía. En este artículo de nuestra saga de análisis financiero para principiantes, vamos a explicar las principales señales de alerta que deben ponernos en guardia si aparecen al estudiar una empresa.

Señales de alarma en la cuenta de pérdidas y ganancias 

Como explicamos en un artículo anterior, la cuenta de pérdidas y ganancias es el estado financiero más sencillo. Simplemente, sirve para registrar los resultados que producen las diferentes actividades de una empresa. Para ello, empieza contabilizando sus ventas o los ingresos generados por el negocio. Seguidamente, los reduce considerando los gastos asociados a dichos ingresos y que son necesarios para que la empresa desempeñe su actividad. Finalmente, muestra el beneficio neto generado durante el periodo de representación.  

En esta cuenta, la primera señal de alarma es ver un crecimiento negativo de las ventas.  Ahora bien, es necesario diferenciar entre un crecimiento negativo por cuestiones coyunturales –como, por ejemplo, un periodo de enfriamiento general de la economía– del causado por cuestiones estructurales –como la obsolescencia de los productos que vende la compañía o la mayor competencia por modelos de negocio mejor afinados–. Esto es importante porque es muy difícil obtener una buena rentabilidad como inversor de largo plazo invirtiendo en compañías que cada vez venden menos.  Evidentemente, hay excepciones, pero esta es la regla general.  

En segundo lugar, deberíamos preocuparnos al comprobar que, trimestre a trimestre, los gastos operativos crecen a mayor velocidad que las ventas.  Hay veces en las que el incremento de los gastos operativos precede a periodos de un elevado crecimiento en ventas. Por ejemplo, antes del lanzamiento de un nuevo medicamento, las empresas farmacéuticas suelen invertir en su capacidad de distribución. Este aumento de los gastos operativos está aparejado con un previsible incremento en ventas; por tanto, no es algo necesariamente preocupante. 

En cambio, sí lo sería si vemos un aumento de los gastos operativos sin que esto repercuta en mayores ventas. Es decir, cuando el coste de hacer negocios aumenta y la empresa no puede repercutir en el precio final de venta de sus productos. Esto es algo que hemos visto en muchas compañías de telecomunicaciones durante las últimas dos décadas.  

En muchos casos, ocurre al mismo tiempo un descenso en el nivel de ventas y un incremento en el nivel de gastos. Cuando esta evolución de ventas y gastos es estructural, las empresas empiezan a tener pérdidas recurrentes. Como inversores, deberíamos plantearnos por qué invertir en una empresa que no gana dinero, ya que, de perpetuarse esta situación, la supervivencia del negocio estaría en entredicho. Solo en contadísimas excepciones, se podría obtener una rentabilidad digna invirtiendo en este tipo de situaciones –únicamente cuando el precio de la acción cotiza muy por debajo del valor de liquidación de la compañía–. Pero este tipo de operaciones son muy escasas y, en general, no suelen dar buenos resultados. Por tanto, unas pérdidas recurrentes serían la tercera señal de alarma.  

Por último, debemos preocuparnos si la empresa presenta ingresos extraordinarios o no operativos como principal fuente de ingresos.  Los ingresos extraordinarios están relacionados con las actividades operativas de la empresa, pero no pueden ser considerados recurrentes. Es decir, el hecho de que tengan lugar en un trimestre o año determinado no quiere decir que vayan a volver a ocurrir en el siguiente. Un ejemplo común se da cuando una empresa pierde un cliente importante y este debe pagarle una indemnización por la ruptura acelerada del contrato. 

Por su parte, los ingresos no operativos son los que no están relacionados con el negocio. Es el caso de una empresa industrial que vende un solar vacío que tenía en propiedad. Cuando una compañía tiene como principal fuente de ingresos partidas de este tipo, deberíamos plantearnos si están maquillando un declive de su negocio ordinario. 

Señales de alarma en el balance 

Como ya indicamos en nuestro artículo sobre el balance, es el estado financiero más importante. En él se reflejan todos los activos que compramos al invertir en una compañía y, también, todos los pasivos asumidos por ella. Su evolución determina la capacidad de la empresa para producir beneficios, pagar dividendos y generar valor para sus propietarios. Por tanto, son señales de alarma todos los indicios que pongan en entredicho dicha capacidad de producir beneficios, pagar dividendos y generar valor para sus accionistas.  

Sin ninguna duda, la principal señal de alarma en el balance es un nivel de endeudamiento demasiado alto. Al analizar la situación patrimonial de una empresa encontramos la misma dificultad que cuando analizamos la solvencia de una familia. En ambos casos, no se puede determinar a priori un nivel de endeudamiento universalmente considerado como demasiado alto. Consecuentemente, siempre hay que contextualizar aquello que estemos analizando.  

Es normal que empresas y familias recurran a la deuda como método de financiación.  Por ejemplo, en el caso de una familia, no sorprende encontrar una hipoteca vinculada a la compra de una casa y no por ello su situación patrimonial está amenazada. Ahora bien, en las familias que tienen varias hipotecas es posible que su solvencia peligre con el más mínimo bache de la economía. En el caso de las compañías, es exactamente igual. Un poco de deuda puede ser razonable. Pero si el endeudamiento representa un porcentaje elevado del balance y los intereses canibalizan una buena parte de los beneficios operativos, es posible que tengamos una señal de alarma. La cuestión que debemos plantearnos es qué ocurre en el negocio para que la empresa se vea obligada a recurrir a la deuda.  

En segundo lugar, deberíamos preocuparnos si observamos que la compañía experimenta un aumento de sus inventarios recurrentemente. Hay veces que el incremento del inventario no es malo. Por ejemplo, cuando una compañía entra en un nuevo mercado o prepara el lanzamiento de un nuevo producto. Sin embargo, en otras, el incremento recurrente de los inventarios pone de manifiesto una falta de interés por parte de los clientes para comprar los productos de la compañía. El analista debe determinar ante qué tipo de acumulación de inventario se encuentra.  

Por último, la tercera gran señal de alarma dentro del balance es una partida de clientes cada vez más abultada.  Esta suele pasar desapercibida porque va aparejada al crecimiento de las ventas.  Sin embargo, como analistas, debemos plantear por qué la compañía es incapaz de cobrar sus ventas.  Hay veces que se ven obligadas a dar más facilidades que antes para no perder cuota de mercado. En otros casos, necesitan recurrir a clientes poco solventes que tardan en pagar para mantener el crecimiento en ventas. Por último, podría estar utilizando esta partida para hacer manipulaciones contables. Además, debemos tener en cuenta que las ventas no cobradas terminan generando pérdidas cuando el auditor obliga a la compañía a asumir los incobrados de su partida de clientes. En cualquier caso, un incremento desproporcionado de esta partida es una importante señal de alarma.  

Señales de alarma en el estado de flujo de caja 

Como dijimos en otro artículo, el estado de cash flow tiene dos funciones principales. En primer lugar, registrar todos los movimientos de efectivo que realiza una empresa durante un periodo concreto derivados de sus operaciones ordinarias. Por ejemplo, la entrada de efectivo por la venta de productos o su salida a través del pago de salarios, intereses o impuestos. En segundo lugar, reflejar los movimientos a consecuencia de las decisiones de asignación de capital de sus directivos. En concreto, mediante una ampliación de capital o una emisión de deuda, vendiendo un activo, realizando una inversión o retribuyendo a los accionistas. 

Uno de los aspectos más deseables que buscamos al invertir en un negocio es que sus actividades operativas generen caja. Por tanto, una primera señal de alarma se da cuando esto no sucede. Como analistas, debemos estudiar las causas por las que una empresa no genera caja operativa. Muchas veces, esto está relacionado con dos de las señales de alarma que indicamos dentro del balance: la acumulación excesiva de inventario o el crecimiento extraordinario de la partida de clientes.  

En segundo lugar, debemos preocuparnos cuando el flujo de caja operativo y el beneficio neto reportado por la empresa son muy diferentes. En un año concreto, estas diferencias pueden ser totalmente normales y, por tanto, no supondrían una señal de alarma.  Lo que realmente constituye un banderín rojo es cuando dichas diferencias se van acumulando ejercicio tras ejercicio. Una forma de medir esto es a través del porcentaje de conversión del EBITDA en caja operativa. Cuando el ratio de conversión es demasiado bajo, indica que buena parte del beneficio operativo no tiene su reflejo en la caja generada, sino que responde a los artificios de la contabilidad. En consecuencia, tendríamos una señal de alarma.  

Otra de las señales de peligro más relevantes para identificar problemas en una empresa la encontramos cuando no es capaz de generar flujo de caja libre de manera recurrente.  Hay veces que las compañías ni siquiera generan flujo de caja operativo, como indicamos anteriormente. Otras veces porque las inversiones para mantener su negocio canibalizan prácticamente toda la caja operativa que genera.  

Ahora bien, esta situación hay que diferenciarla de cuando la empresa genera flujo de caja operativo y se encuentra realizando un ciclo de inversión para crecer.  En estos casos, aunque el flujo de caja libre sea negativo, no es un indicador de problemas, pues, previsiblemente, una vez terminado el ciclo de inversión, volverá a generar caja libre positiva. 

En último lugar, es conveniente repasar la política de asignación de capital que muestra el estado de flujo de caja.  Una cuestión esencial que debemos plantearnos es con qué fondos cuenta la compañía para retribuir a sus accionistas. Es una señal de alarma que la empresa pague dividendos y recompre acciones con fondos obtenidos mediante ampliaciones de capital o emisiones de deuda y no con la caja libre de su negocio.  Cuando la financiación de la retribución es ajena al negocio, debemos plantearnos dos cosas. La primera es si el equipo directivo entiende las normas básicas de una asignación de capital prudente. La segunda es la sostenibilidad de dicha retribución.  

Un análisis financiero completo 

A lo largo de este artículo hemos explicado once señales de alarma que deberían poner en guardia a un inversor.  Como hemos indicado, no siempre que veamos alguna de ellas es indicación irrefutable de que la empresa esté sufriendo problemas. Pero su presencia debería bastar para que el analista se pregunte e indague los motivos que hay tras ellas.  Si son debidas a cuestiones coyunturales explicadas por el modelo de negocio y la etapa del ciclo de vida de la compañía, es posible que no haya mayores problemas.  Sin embargo, si no es así y se prolongan en el tiempo, es muy probable que estemos ante una situación de deterioro del negocio y merma del valor de la compañía.  

La principal utilidad del análisis financiero es obtener un entendimiento cualitativo del negocio.  Para ello, el inversor debe tener su vista entrenada para localizar patrones contables que evoquen las preguntas adecuadas. Es a través de estas preguntas como se obtiene el verdadero conocimiento de la salud de una empresa.  Unas veces, estas serán suscitadas por aspectos contables favorables que nos gusta ver en una empresa.  Otras, en cambio, como hemos explicado hoy, derivan de señales de alarma que no queremos ver.  En cualquier caso, para que un análisis financiero sea completo, es necesario que se plantee estos dos tipos de preguntas. 


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